Hay que aprender a amarse
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- Categoría: Reflexion
- Publicado el Domingo, 23 Julio 2017 10:37pm
Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Nuestro mundo anda crecido de desórdenes y fuerzas divisorias, pues la falta de respeto y laviolación de los derechos humanos, lo han convertido en un diario de muerte contra todos los moradores. Nadie está seguro en ningún sitio. Ante esta situación, pienso que es un deber de todos activar en lasociedad una conciencia de consideración hacia todos ser vivo, y también hacia nuestro entorno, apartede que cada cultura debería incentivar modos y modelos responsables de coexistencias. Subsiguientemente, creo que es fundamental interactuar de otra forma, con un lenguaje más auténtico ycercano, ya que todo ser humano está llamado a entenderse y a ser comprendido por su análogo.
Portanto, para abordar estos problemas, a mi manera de ver, se hace imprescindible atajar las causas que losprovocan, fomentando y defendiendo la generosidad, junto a los lazos de amistad, siempre vinculantes aun ambiente más unido y hermanado. Se trata de tender puentes, o si quieren la mano, a tantos excluidosdel sistema. Urge sacarlos de su tristeza, abrazarlos, y hacerles sentir que otro mundo más justo esposible, en la medida en que rompamos su círculo de soledades y bochornos. Desde luego, lo prioritario es que la gente en lugar de ejercitarse en el odio, aprenda a amarse.Una especie que en verdad se estima, transforma el mundo y derriba todas las barreras que nos separan. Esta es la cuestión a considerar ante tantas tragedias y necesidades que golpean a nuestros semejantes. Eldiscurso de la venganza nos deja sin nervio y también sin verbo que nos aliente.
A propósito, el SecretarioGeneral de la ONU, António Guterres, acaba de ser contundente: “La voz, la autoridad y el ejemplo de loslíderes religiosos son vitales para prevenir la incitación a la violencia”. Ciertamente, en un momento enel que las religiones se han tergiversado y manipulado para justificar la marea de hechos violentos,conviene reconsiderar que la mística auténtica es manantial armónico y no fuente de absurdas batallas. Por otra parte, el espíritu humano no puede perder de vista el sentido hondo de las experiencias de vida y,en este sentido, necesita recuperar la esperanza en el amor más efectivo. Cada uno de nosotros tiene su propia identidad poética, a la que es fiel, y con la que debeavanzar autónomamente, experimentando con su personal actuación, la de ponerse al servicio de losdemás para sentirse cuando menos más libre, algo tan sublime como la distintiva humanidad. Nopodemos seguir con esta frialdad de relaciones humanas.
A mi juicio, es primordial que la sociedadtrabaje conjuntamente en todos los ámbitos para crear vínculos de unidad y unión, que rompan los murosque nos aíslan y marginan. Estamos predestinados a dejarnos amar y a ser amados, por lógica concienciahumana, sabiendo que sólo así se puede favorecer una mejor convivencia y lograr, de esta manera,superar el aluvión de dificultades que soportamos a diario. Los pueblos alzados en contiendas jamásalcanzarán prosperidad alguna. La gente tiene que cultivarse en el sosiego para poder orientar susdecisiones en favor de una actuación más colectiva, de protección de nuestro hábitat, para construir yreconstruir una civilización cada vez más solidaria y compasiva. El día que la humanidad, en su conjunto, haya aprendido a amarse, no a armarse, habremosalcanzado el mayor signo de vida, pues nadie morirá nunca, todos seremos recordados por nuestracapacidad comprensiva y por nuestra actitud de donación.
La receta de un doctor de la Iglesia,considerado el Santo de la Amabilidad, como San Francisco de Sales, seguro que nos pone en el buencamino. Este era su clarividente mensaje: “Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando. Atrabajar, trabajando. De igual forma se aprende a amar, amando”. Indudablemente, si la vida nos hacepensar en la vida, es el amor también el que nos da amor, y no las condiciones económicas favorables. Cuando uno experimenta un gran afecto en su caminar, todo adquiere otro sentido más del espíritu que delcuerpo, y así, cuando se sufre con el otro, por los otros, se da verdaderamente un sentido de pertenecíaque no es un fundirse, pero tampoco un hundirse, sino un partir y un compartir, hasta que se convierta enun estilo existencial, donde el vínculo de la amistad lo es todo, inclusive más que el talento, puesto que esun sentimiento noble y valioso en la vida de los seres humanos de todo el planeta.