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Jueves, 25 de Abril del 2024
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Ante las mil pesadillas y los millones de atropellos

Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Corea

Es hora de levantarse y actuar. No podemos quedar paralizados por el recelo a lo que nos pueda pasar, tampoco por el miedo a ser aprisionados, necesitamos activar el coraje e impulsar el intelecto con tenacidad, pero sinfanatismos; con entusiasmo, pero sin rudeza; sabiendo que todo se forma de la unión y de la unidad, de caminarjuntos y de hacer piña para aliviar las necesidades humanitarias. Son tantas las pesadillas que nos circundan, quehemos de reaccionar siempre con sentido de humanidad, máxime en un momento de tantas hostilidades, donde nadierespeta a nadie, ni a las propias leyes internacionales. Por otra parte, cada jornada son más los países mudos, en el que los ciudadanos no pueden hacer oír susvoces porque afrontan riesgos graves, gravísimos, lo que dificulta la convivencia en un planeta cada vez másdeshumanizado, desquiciado por mil patologías y desmembrado por la mentira, ante los mil atropellos quecontinuamente se suceden.

Ciertamente, ante esta bochornosa situación, cada aurora cuesta más vivir y, sobre todo, vivir dignamente; usurpadas las raíces, desmemoriados y desplumados de la conciencia colectiva de la continuidadhistórica del linaje, del modo de pensar y de sentir, de la manera de hacer cultura y de cultivarse. Está visto que esta era del conocimiento nos deja sin tiempo para la reflexión. Todo es doctrina interesada yexcluyente. Esta putrefacta atmósfera nos mata. Apenas podemos caminar libremente, ya que se impone la ley delmás fuerte. Además, llegado al atardecer de la existencia, cuando no eres productivo te eliminan como si uno fuese unmero producto más de mercado. A este calvario, hay que sumarle el fenómeno de la explotación y de la opresión,empujado por una economía insensible que reduce al ser humano a un objeto más, sin voluntad alguna.

Los efectos deeste desorden son bien palpables. Hay un vacío que nos confunde a más no poder y nos deja sin aliento. En consecuencia, el abuso está a la orden del día, pues todo se relativiza al dinero y al poder, lo demás sedegrada y se devalúa. Junto a este clima de arbitrariedades, más tarde o más temprano provocará su estampida, sudescarga en forma de agresión y de contienda. En este sentido, también viene aumentando el riesgo de una carreraarmamentística.

Con razón el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas acaba de llamar una vez más a aplicar con rigor las sanciones a Corea del Norte tras sus continuos lanzamientos de misiles. Como advirtió el presidente delConsejo, en declaraciones recientes: “Estas actividades contribuyen al desarrollo de sistemas de lanzamiento de armasnucleares, incrementan las tensiones en la región y más allá de ella, aumentando el riesgo a rearmarnos”. Qué pena,que en lugar de desterrar las armas, continuemos probando las barbaries.Por si fuera poco todo este mundo de pesadillas y atropellos, nuestra generación anda tan desorientada porenvidias y celos, que estamos alimentando un espíritu interno verdaderamente devorador unos de otros. Países queretornan a viejas divisiones que se creían ya superadas, gentes sin escrúpulos que todo lo embadurnan de odios enlugar de avivar una cultura de cooperación y colaboración. Así no podemos avanzar.

Hoy más que nunca vivimos esafalsa paz, ese aparente sosiego de una minoría privilegiada, ese espíritu mundano que no le interesa hacer justiciajusta, sino fingida o figurada en la retórica. En algún momento deberíamos repensar como especie y ver que larealidad nos supera para mal. Cada instante somos más lobos, menos precisos y menos preciosos también. De ahí laurgente necesidad de un pacto de especie por la concordia, por el sentimiento colectivo, por la creación de tribunas para la convivencia. La familia humana no se entiende de otra manera, requiere de armonía como de pan, de tranquilidad, pueslo importante es no caminar solos. Por desgracia, muchas gentes son el blanco del comercio, viven prácticamente encondiciones de esclavitud, en un mundo globalizado, pero sin corazón. Ojalá las nuevas generaciones movilicen unasolidaridad desinteresada. Para eso, hacen falta lideres de amplios horizontes y de coherentes actuaciones.