Periodico Las Americas

Toca ensanchar el corazón

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Por: Víctor Corcoba Herrero/ Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Corazon

El mundo necesita unirse y reunirse para solucionar los muchos trances que nos acorralan. Todoello, hemos de hacerlo de manera conjunta y dialogada. Ciertamente, acortadas las distancias entrenosotros, nos falta fusionar culturas hasta hermanarse; porque, si en verdad queremos prevenir inútilescontiendas y preservar lo armónico, hay que reorganizarse, rehacerse y renacerse como humanidadreconciliada. Sea como fuere, debemos pasar página y reforzar la confianza entre nosotros. Enconsecuencia, alistamos una necesidad de que la ciudadanía se halle así misma y todo se ponga a suservicio, mediante el activo de una cultura inclusiva y de justicia, igualitaria, que dignifique a todo serhumano, cualquiera que sea su creencia, raza, sexo, posición económica u otra condición.

Ya está bien detantos desprecios discriminatorios hacia nuestros análogos. Ha llegado el momento de cobijar yauxiliarse, de enfundar las espadas de los unos contra los otros, de establecer el lenguaje del respeto antetodo y sobre todo y en todas partes, de recuperar la gratuidad como abecedario de una globalizadacivilización del encuentro, y no del encontronazo, ni de la venganza. Sin duda, toca ensanchar el corazónpara poder vivir una vida más profunda; y, de este modo, reencontrarse con el vínculo de la amistad y laapertura hacia nuestros semejantes, desde la más genuina libertad y en un ambiente seguro de su persona.

También se requiere de otro mundo más activo con la vida de todo ser humano. Ninguna energíapuede eclipsarse a nuestros ojos. Aquí también nos falta agrandar el alma, pues corrompida la civilizaciónhumana, nada tiene sentido, ni armoniza. Desde luego, tenemos que entender la vida de otro modo máscondescendiente, incluidas nuestras propias relaciones, pues han de tener otro espíritu más generoso. Laguerra de los poderosos contra los débiles es algo absurdo y arcaico. Debemos de superarlo de una vezpor todas. Somos una generación pensante. Pues humanicemos ese pensamiento. Por desgracia, si laeliminación de la vida naciente o terminal suele enmascararse de falsedades y egoísmos, los que viven enpleno desarrollo de sus potencialidades, tampoco lo tienen fácil bajo esta degradante atmósfera, detenebrosa ceguera moral.

Hace falta, como el comer, el injerto de una ética que ponga en valor la vida entodas sus etapas. Me niego a que la cultura de la muerte nos gobierne. Somos un ser viviente enmovimiento, de ascendientes y descendientes, con el convencimiento de que nadie es un despojo. Aúnhay muchos países que desconocen las causas de enfermedad y muerte de su población. Indudablemente,esto constituye un problema a la hora de evaluar el impacto de las políticas sanitarias y de asistencia. Los moradores de este mundo, y más sus líderes, no pueden cruzarse de brazos y permanecerindiferentes ante situaciones verdaderamente bochornosas para una civilización que nos decimos humana,ofreciendo estampas verdaderamente salvajes.

A los datos me remito. Más de un millón de adolescentesmueren cada año por causas que se podrían paralizar. La Organización Mundial de la Salud, acaba devociferarlo: “que podrían evitarse a través de mayores inversiones en servicios de salud, educación yapoyo social”. A este calvario de muertes hay que sumarle el número de abortos o de prácticas de suicidioasistido, cuestión verdaderamente escandalizadora. Al fin y al cabo, todos deseamos vivir, y las peticionesabortistas o de muerte, suelen suceder por falta de humanidad, de apoyo psicológico y afectivo.

Endemasiadas ocasiones, olvidamos que son las asistencias a los que sufren, lo que nos humaniza y nos haceser mejores personas. Ahí tenemos este clima de deshumanización, viciándonos como jamás, en partedebido a nuestra pasividad. Con otro corazón más fraterno, se disipa y vence cualquier ambiente desoledad, o la tentación de desesperación que cualquiera de nosotros podemos sufrir mañana mismo. Aveces, nos falta esa mirada de amor y nos sobra esa otra visión de altanería, que nos ciega e impideformar parte de una existencia realmente asistencial y coexistida, estimando esencial que los derechoshumanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que todo ser humano, por ínfimo que nosparezca, no se vea constreñido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión