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BITÁCORA DEL BÚHO: México, las autodefensas y un oscuro presagio

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Por: Rudy Orellana

La historia de México es la del hombre que busca su filiación, su origen. Sucesivamente afrancesado, hispanista, indigenista, “pocho”, cruza la historia como un cometa de jade, que de vez en cuando relampaguea. En su excéntrica carrera ¿qué persigue? Va tras su catástrofe: quiere volver a ser sol, volver al centro de la vida de donde un día —¿en la Conquista o en la Independencia?—fue desprendido. Nuestra soledad tiene las mismas raíces que el sentimiento religioso (...)

Este fragmento pertenece al ensayo “El laberinto de la soledad”, del poeta mexicano, Octavio Paz, un análisis penetrante que descubre a un México de contradicciones que tiene sus raíces más profundas en sus tradiciones. Paz, señala una vasta alianza del mexicano con su entorno cultura como un principio y un final.

En El laberinto de la soledad, se apunta a una descripción sincera y desnuda de un México desorientado, atrapado en una gigantesca nube de polvo. Está presente la búsqueda de la verdadera identidad mexicana. Esa identidad que con mucho tiene su génesis en sus hechos históricos que incidieron con determinación en su presente y su futuro. El México de hoy ya no sabe a tequila reposado, tiene los chiles encendidos y sus ejes desengrasados van chirriando la violencia, impunidad y discriminación que no dan tregua. El México de hoy se va curando sus llagas del pasado, al tiempo que se abren otras seis del futuro: vehemencia, dolor, muerte, terror y miedo, todo bajo el manto negro de la delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico. Cárteles con carteles anunciando un desafío sin piedad al Gobierno y a los mexicanos. El de Sinaloa, los “Zetas”, “La Familia Michoacana”, hasta el más reciente, con nuevo nombre, los “Caballeros Templarios”.

El México de hoy se debate entre una constante confrontación Estado-seguridad nacional. Desde Zedillo, Fox, Calderón y ahora Peña Nieto, la violencia avanzó gradualmente y alcanzó índices escalofriantes. En Michoacán, uno de los Estados más peligrosos y violentos, fueron ejecutadas casi 1000 personas a lo largo de 2013, una cifra impresionante que pone los pelos de punta a cualquiera y los “peros”, de las distintas coyunturas, que no apuntan a casi nada de efectividad en un plan global y eficaz para garantizar la seguridad de los mexicanos, también.

¿Será justo decir que México es un Estado fallido? Sin duda que no. Sin embargo, los esfuerzos que se hicieron y se hacen para frenar la coacción no arrojan resultados halagüeños y es que la corruptela al interior de la misma Policía y el Gobierno ha gangrenado el sistema en una sociedad en la que no sólo cohabitan las mafias y los cárteles, sino también un escepticismo que se va haciendo carne en los ciudadanos y se convierte en desidia e indolencia. El concepto de Estado fallido, decía Max Weber, apunta hacia un Gobierno incapaz de lograr la tranquilidad y la paz, esta incapacidad se origina en una oposición armada que amenaza con lograr imponer su ley, desplazando la autoridad y el principio del orden de un Estado.

Desde el pasado 24 de febrero de 2013, una agrupación civil va ganando terreno en materia de “lucha” en contra del crimen organizado. Las autodefensas surgidas en el Estado de Michoacán, a la cabeza de su máximo líder, José Manuel Mireles, conocido como “el doctor de la mirada fría”, se han convertido en una suerte de muro de contención. Tanto que actualmente controlan casi una quinta parte del territorio michoacano. Despejando la zona, a punta de pistola, a cárteles del narco y a extorsionistas que sembraban el terror.

Los Caballeros Templarios hacían y deshacían en la región, hoy, Mireles se jacta de haberlos expulsado.

¿Combatir la violencia con violencia? Parece una fórmula con un doble filo altamente peligroso que, a la larga, casi está destinada a convertirse en otro foco de muerte y corrupción. El antecedente de las Autodefensas Unidas de Colombia es nefasto. Surgieron en 1990 con el propósito de contener a las FARC y terminaron siendo uno de los grupos criminales que más víctimas ha dejado en el atormentado historial de violencia colombiano. Bajo la consigna de combatir a la guerrilla, las Autodefensas Unidas recibieron apoyo solapado de militares, políticos y empresarios que terminaron en una total putrefacción. Hoy, Salvatore Mancuso y Carlos Castaño, son nombres que seguramente miles de colombianos no quieren pronunciar ni recordar.

Las autodefensas en México presagian un inusitado mensaje que a mediano plazo puede convertirse en una bomba de tiempo que le explote en las manos de los mexicanos y en las de un Gobierno que no acaba de convencer.

Como menciona Paz: “Hay una orfandad, una oscura conciencia de que hemos sido arrancados del Todo y una ardiente búsqueda: una fuga y un regreso, tentativa por restablecer los lazos que nos unían a la creación”(...)