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Miércoles, 24 de Abril del 2024
| 5:46 am

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La hora de la verdad

José López Zamorano
Para La Red Hispana
Washington DC.-

Los avances de nuestra comunidad latina en Estados Unidos son innegables y son especialmente esperanzadoras las nuevas cifras que documentan una reducción en los niveles de deserción escolar de nuestros jóvenes y un aumento de los niños latinos en educación pre-escolar. Ellos son la semilla de la próxima generación de líderes latinos. Pero subsisten por desgracia datos alarmantes que cobran relevancia en momentos que la nación se apresta a celebrar elecciones legislativas el 4 de noviembre, que son críticas no solo para el futuro de nuestra gente en temas pendientes como la migración, sino para el bienestar actual de nuestras familias en asuntos como el salario mínimo y la educación.

Aunque el número de hispanos elegibles para votar asciende a 25.2 millones de adultos, un incremento de 21.3 por ciento respecto del 2010, nuestra tasa de asistencia a las urnas es de apenas el 31 por ciento, una de las más bajas de la nación, comparada con 49 por ciento de los anglos y 44 por ciento de los afroamericanos. ¿Qué nos pasa? ¿Qué explica la desconexión que perciben los hispanos entre la participación cívica y la vida diaria? ¿Acaso no se comprende a plenitud que las decisiones que tomen el congreso federal, la legislatura estatal y hasta la junta escolar local pueden afectar nuestras vidas de manera significativa?

Una de las razones que explica ese desinterés de los latinos es sin duda la percepción que somos usados como pelota de ping-pong por los políticos, que nos cortejan en año electoral y luego nos dejan decepcionados ante la falta de avances concretos. Es fácil decepcionarse y abandonar la esperanza de que el cambio es posible a través de la participación cívica. Pero es necesario ver más allá de la superficie, analizar con inteligencia cuales son las candidatas o candidatos que comparten nuestros intereses y entender que es necesario apoyar activamente a quienes defienden nuestra causa, independientemente de su signo político, para tener en los congresos las mayorías críticas para aprobar reformas como la migratoria. Pero ello requiere estar atento registrarse a votar, seguir el debate público, participar en foros, leer las plataformas políticas y, en última instancia, salir a ejercer el derecho a votar. El voto es pues no sólo un derecho, es una responsabilidad.

El Consejo Nacional de la Raza (NCLR) y otros grupos lanzaron iniciativas para registrar a 125,000 latinos y movilizar a más de un cuarto de millón. Es parte de un esfuerzo por traducir el poder demográfico latino en poder político. Es un asunto de interés colectivo y de orgullo como la minoría más grande de Estados Unidos que ha contribuido tanto a hacer grande a esta nación.

“Pon tu granito de arena—no te quedes atrás, y no dejes a nuestra comunidad atrás. Aumentar nuestra influencia electoral hará posible que los políticos no ignoren o ataquen a nuestra comunidad. Juntos podemos—no te dejes!”, pide Clarissa Martínez-de Castro, quien tiene a su cargo el tema de movilización ciudadana en el NCLR.

Es verdad. No basta con indignarse cuando un político grosero habla de los latinos de forma humillante y despectiva, o cuando prometen e incumplen. La herramienta más efectiva para demostrar nuestro rechazo a tales actitudes es nuestro voto. No es casual que en algunos estados se busque suprimir el voto de las minorías y usar tácticas para desalentar nuestra participación. Pero el voto es también la manera más efectiva de mostrar nuestro aprecio hacia quienes nos tratan con respeto y dignidad. Y no es tarde.

En California, el estado con el mayor número de hispanos elegibles para votar, puedes registrarte hasta el 20 de octubre. En otros ya empezó el voto temprano. Si ya pasó tu plazo, hazlo igual. Las elecciones del 2016 están a la vuelta de la esquina. El 4 de noviembre se juegan no sólo los 435 escaños de la Cámara de Representantes y la tercera parte del Senado, que podría caer en manos de los republicanos.