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Maldición del Roland Garros

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Roland Garros

Leyendas del tenis como Connors, McEnroe, Becker o Sampras se retiraron sin ganar sobre la arcilla parisina.

Jimmy Connors, John McEnroe, Boris Becker y Pete Sampras se retiraron sin haber ganado nunca Roland Garros. Historia, tradición, el marco incomparable de la ciudad de París… Roland Garros es uno de los torneos más especiales y prestigiosos del circuito, pero también un campeonato maldito para algunos. Connors ganó más 1.250 partidos y ocho Grand Slams, pero en sus 13 participaciones en Roland Garros no pasó de semifinales.

Idéntico caso es el Boris Becker, que lo más cerca de la final que estuvo fue cuando dominaba a Edberg por dos sets a cero en las semis de 1989. El sueco, que tampoco pudo levantar nunca el trofeo, perdió aquella final con Michael Chang. Peor aún le fueron las cosas a Pete Sampras, que en sus 13 visitas al Bois de Boulogne sólo sumó 24 triunfos, siendo la semifinal de 1996 ante Kafelnikov su mejor resultado. Sampras cayó ante Kafelnikov en semifinales

La única leyenda que llegó a la ronda final de Roland Garros fue John McEnroe. Fue en 1984 cuando se quedó a las puertas del título tras perder una épica final a cinco sets contra Ivan Lendl. McEnroe, derrotado por Lendl en la final de 1984

En la historia reciente tenemos dos casos de números 1 a los que les costó Dios y ayuda saldar sus cuentas pendientes con París: Roger Federer, que durante años fue víctima de la hegemonía de Rafa Nadal pero supo aprovechar el año que el de Manacor cayó en octavos de final ante Robin Soderling. Fue en 2009, y la reacción del suizo tras su victoria deja claro lo mucho que significaba este título para él.

Federer, emocionado tras ganar Roland Garros en 2009 Novak Djokovic fue el último en quitarse la espinita. Había perdido las finales de 2012 y 2014 con Nadal, y la de 2015 ante Wawrinka. El año pasado por fin se coronó en París tras derrotar en la final a Andy Murray, un número 1 del mundo que no sabe lo que es ganar Roland Garros. Quizás estemos ante el inicio de su particular maldición.